viernes, 28 de abril de 2017

Virginia Woolf: Las Olas




         «Veo un aro suspendido sobre mí». «El aro vibra, colgado de un lazo de luz.»

        «Veo una lámina de pálido amarillo»,dijo Susan, «que crece y se aleja al encuentro de una raya púrpura.
       «Oigo el sonido», dijo Rhoda, «de gorjeo, de un gorjeo que se eleva y baja.»
       «Veo un globo», dijo Neville, «que cuelga en el aire, en vertical caída, contra las inmensas laderas de una colina que no sé.»
       «Veo una borla carmesí», dijo Jinny, «entreverada de hebras de oro.»
       «Oigo un patear», dijo Louis. «Hay un gran animal con una pata encadenada. Patea, patea, patea.»
       «Mira la telaraña, en el ángulo del balcón», dijo Bernard. «Tiene cuentas de agua, gotas blancas de luz.»
       «Las hojas se amontonan alrededor de la ventana, como orejas puntiagudas», dijo Susan.
       «Una sombra se proyecta en el sendero», dijo Louis, «como un codo en flexión.»
       «Islas de luz flotan sobre el césped', dijo Rhoda.
       «Caen a través de los árboles.»
       «Los ojos de los pájaros destellan en los túneles formados por las hojas», dijo Neville.
       «Vello corto y duro cubre los tallos», dijo Jinny, «y en ellos se han pegado gotas de agua.»
       «Una oruga está enroscada formando un aro verde», dijo Susan, «y sus pies parecen unas muescas redondeadas.»
       «El caracol de cáscara gris cruza arrastrándose el sendero, y deja las briznas aplastadas detrás», dijo Rhoda.
       «Y ardientes destellos nacidos en los cristales de las ventanas rebrillan y se apagan en el césped», dijo Louis.
       «Las piedras son frías, bajo mis pies», dijo Neville. «Las siento una a una, redondas o puntiagudas.»
       «Me arde el dorso de las manos», dijo Jinny, «pero el rocío me ha puesto las palmas pegajosas y húmedas.»
       «Ahora el gallo canta como un chorro de agua dura y roja en la blanca marea», dijo Bernard.
       «Los pájaros cantan alto y bajo, callan y cantan, a nuestro alrededor», dijo Susan.
       «El animal patea; patea el elefante con la pata encadenada; el gran bruto en la playa patea», dijo Louis.
       «Mira la casa», dijo Jinny, «con las persianas blancas en todas las ventanas.»
       «Agua fría comienza a manar del grifo del fregadero», dijo Rhoda, «sobre el cuenco con pescadilla.»
       «Rajas de oro rajan los muros», dijo Bernard, «y hay sombras de hojas, azules y en forma de dedos, bajo las ventanas.»
       «Y ahora la señora Constable se pone las gruesas medias negras», dijo Susan.
       «Cuando el humo se alza, el sueño enroscándose se aleja del tejado, como una niebla», dijo Louis.
       «Al principio, los pájaros cantaban a coro», dijo Rhoda. «Ahora la puerta de la cocina se abre. Se van volando. Se van volando como el puñado de semilla que lanza el sembrador. Pero hay uno, solo, que canta junto a la ventana del dormitorio.»
       «En el fondo del cuenco se forman burbujas», dijo Jinny. «Después suben, más y más aprisa, cómo una cadena de plata hasta la superficie.»
       «Ahora Biddy raspa las escamas de los pescados con un cuchillo mellado sobre una tabla», dijo Neville.
       «La ventana del comedor es azul oscuro ahora», dijo Bemard, «y el aire retiembla sobre las chime­neas.»
       «Una golondrina se posa en el cable de la electricidad», dijo Susan. «Y Biddy ha dejado brusca­mente el cubo en el suelo de losas de la cocina.»
       «Esta es la primera campanada de la campana de la iglesia», dijo Louis. «Será seguida por otras, uno dos, uno dos, uno dos.»
       «Mira cómo vuela el mantel sobre la mesa, blanco y a lo largo», dijo Rhoda. «Ahora hay discos de blanca porcelana, y rayas de plata junto a cada plato.»
       «De repente zumba una abeja en mi oreja», dijo Neville. «Está aquí, y ya ha pasado.»
       «Ardo, tiemblo», dijo Jinny, «al salir de este sol y entrar en esta sombra.»

           Virginia Woolf, Las Olas

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